La Revelación de Bahá`u`lláh.Vol. 4 Adib Taherzadeh Tablas dirigidas a VarqáPag

La causa principal de la ceguera y perversidad del hombre es su apego a ciertas cosas de este mundo. El tema del apego aparece reiteradamente en los Escritos Sagrados... Por lo general, el hombre siente atracción por las cosas materiales. El corazón es un punto focal de calor y amor. La característica del corazón es enamorarse de otra parte, y es la persona la que encuentra y elige esa parte. Por ejemplo si el hombre vuelca sus afectos sobre el mundo material, su corazón quedará muy fácilmente atraído por las cosas materiales. Pero si lo dirige hacia Dios y las cosas espirituales, entonces su corazón se sentirá enamorado de Él siempre que cumpla con las condiciones indicadas por Bahá`u`lláh en las Palabras Ocultas: ¡Oh Hijo del Ser! Tu corazón es Mi hogar; santifícalo para Mi descenso...

En otro apartado del mismo libro, Bahá`u`lláh explica: ¡Oh Hijo del Polvo! Todo lo que hay en el cielo y en la tierra lo he ordenado para tí, exceptuando el corazón humano, que he convertido en el aposento de Mi gloria y belleza; y no obstante, has entregado Mí casa y Mi morada a un extraño aparte de Mí, y cuandoquiera que la manifestación de Mi santidad buscó Su propia morada, encontró allí a un extraño, y, desahuciada, se apresuró hacia el santuario del Bienamado... Y de nuevo: ¡Oh Mi Amigo en el Mundo! Pondera por un momento, ¿has escuchado tú alguna vez que amigos y enemigos moren en un mismo y único corazón? Arroja, pues, al extraño para que el Amigo entre en Su hogar.

Resulta fascinante pensar que Dios haya otorgado al hombre un número infinito de cosas: todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Ello significa que todo en la creación le pertenece al hombre, excepto una cosa: ¡su propio corazón! El extraño que se menciona más arriba no es sino el apego del hombre por este mundo, y el género más formidable de apego lo constituye el amor de la propia persona hacia sí misma. Este tipo de apego se manifiesta fundamentalmente en forma de engreimiento ante el propio saber y demás logros, tales como rango y posición. Es el amor que se profesa la persona por sí misma lo que la hace discutidora, lo que la vuelve centrada en sí misma, amén de orgullosa y egoísta. De hecho, la priva de sus cualidades espirituales. Es esta persona la que da cobijo en su corazón a un gran enemigo, a saber, el extraño.

Que el corazón lo constituya la encomienda que Dios ha otorgado al hombre para el descenso de Su amor y bendiciones, y no para dar cabida a la pasión o los deseos mundanos, constituye el cimiento mismo de la vida espiritual de la persona. ¡Cuán inmensa es la brecha que separa este concepto del que hoy día alberga la mayoría de la raza humana cuando vive desatenta al propósito para el que fue creada!

El corazón palpita dentro del cuerpo, y mediante sus energías vivificadoras, cobra vida todo órgano. Los ojos, los oídos, la lengua, la mente, las manos, todo en él funciona en armonía con el corazón. Como el corazón está destinado a ser el descenso del amor de Dios, resulta por lo demás lógico que estos órganos sigan su ejemplo. En efecto, Bahá`u`lláh ha confirmado en numerosas tablas este punto. Has de saber, afirma, que el oído del hombre ha sido creado para que escuche la Voz divina en este día... En Su libro de la Alianza afirma: En verdad la lengua es para mencionar lo que es bueno, no la mancilles con las conversaciones impropias. En cierto caso afirma que el oído fue creado para escuchar Su Melodía, los ojos para contemplar la luz refulgente de Su Rostro, la lengua para pronunciar Su alabanza y glorificación, y las manos para sostener sus epístolas y tablas.

Éstas son enseñanzas muy exaltadas, todas ellas indicativas de un nuevo modo de vida en el que el creyente ha de mostrarse vigilante con el fin de no abusar de sus poderes celestiales. En la medida en que la persona pueda regirse por esta pauta en su vida diaria, y logre compaginar sus pensamientos, palabras y actos con la Voluntad de su Creador, logrará alcanzar la meta de la cercanía a Dios.